Actividades la etapa egocéntrica

Tiempo de lectura: 7 minutos

ACTIVIDAD 1 CONSTRUIMOS UN MERCADO

El juego simbólico es tan bonito…Es la expresión de cómo perciben los niños a los demás, los roles de otras personas y cómo sienten que se desenvuelven otros en sus acciones. 

Los niños tratan de imitar a los demás y son capaces de ponerse ese disfraz para creerse que verdaderamente son esas personas. 

Este momento es perfecto para que los adultos podamos observar y entender cómo los niños van integrando los aprendizajes de vida y los roles de cada uno. Nos puede proporcionar información muy valiosa, por ejemplo, sobre cómo integran la figura de la madre, representando lo que es para ellos. En el juego simbólico, ellos imitarán el rol de madre y nos darán muchas pistas sobre cómo hacemos las cosas con ellos como padres.

También nos proporcionará mucha información sobre cómo sienten a otras personas y cómo entienden sus funciones.

El juego simbólico se trabaja durante toda la etapa de infantil y se hace muy interesante cuando empiezan a relacionarse con sus iguales con cierta soltura. Es un gran recurso para trabajar el pensamiento empático y ver diferentes perspectivas desde el juego.

 

¿Qué necesitamos para construir un mercado?

 

  • Una caja de cartón grande 60x50x50 para el tenderete.
  • 9 cajas de cartón pequeñas 15x15x10 para la fruta y verdura
  • Pintura de dedos, pinceles, telas para las ventanas…
  • Un cúter
  • Cinta adhesiva

 

¡Vamos a ello!

Antes de utilizar los materiales debemos desinfectarlos y lavarnos bien las manos.

Se abre la caja grande y se corta uno de los lados. Se marcan las ventanas y mostrador central y se cortan con cúter.

Delante del mostrador se colocan las cajas pequeñas donde puedes hacer diferentes secciones: unas con frutas y verduras variadas y otra con productos como agua Bezoya, Bifrutas….Así tus peques se pondrán hidratar y alimentar mientras juegan. 

Después, podéis decorarlo o dejar que tus peques den rienda suelta a su creatividad y se diviertan mientras pintan y decoran la actividad. 

El juego simbólico consiste en ofrecer a los niños espacios coincidentes con la vida que les rodea. Así, os hemos ofrecido un mercado pero puede ser una casita, una tienda, una clínica…Son espacios en los que los niños ven diferentes roles: madre, padre, hijos, médicos, pescadero, tendero…Y tratan de meterse en el papel para ir integrándolos como diferentes maneras de desenvolverse en la vida; roles en sí mismos. Un gran paso para ir saliendo de la individualidad e ir madurando el pensamiento empático.

 

ACTIVIDAD 2 CONFÍO EN TI


Depositar confianza en otras personas significa dejarse llevar por otra persona, delegar. El juego “confío en ti” propone una actividad en la que el niño se deja guiar por las indicaciones de otra persona para transitar diferentes espacios. Para este juego, un hermano puede ser un perfecto jugador.

El objetivo por tanto es escuchar y confiar en el otro, y no sólo dejarse llevar por uno mismo.

¿Qué se necesita?

Una venda para cubrir los ojos

¡Vamos a ello!

Para lograr una ligera desorientación en el espacio se le puede dar una vuelta sobre sí mismo, no más, por riesgo a que se desequilibren. No interesa sembrar desconfianza sino todo lo contrario. Es un trabajo cooperativo.

El otro participante le llevará de las mano y le irá dando indicaciones para atravesar espacios en el interior o el exterior. 

Sería interesante y muy estimulante que el niño que tiene los ojos tapados fuera sin calzado para ofrecerle diversidad de texturas. Así se puede convertir en una gymkhana sensorial en la que deberá ir explorando diferentes sensaciones a la vez que trabaja la confianza en el otro. Puede incluso tocar la cara de otras personas y tratar de adivinarlo a través de sus facciones…

Con esta actividad conseguimos que el niño salga de sí mismo para confiar en la perspectiva de otra persona y reconocer espacios desde otro lugar. Un juego sencillo pero muy completo para desarrollar el pensamiento empático, la comunicación y la confianza. 

 

ACTIVIDAD 3 EN TUS ZAPATOS

Nada como ponernos en el lugar del otro para llegar a comprender lo que siente.

Esta actividad propone empatizar con otras personas poniéndonos, literalmente, en sus zapatos. Con el gesto de estar en ellos podemos preguntar cómo cree que se siente esa persona en diferentes situaciones que hayan podido suceder y, si cabe, que alternativas a sus reacciones pudieran dar.

Es un juego constructivo a muchos niveles porque, además de trabajar en el pensamiento emocional empático, se ofrecen alternativas de mejora a posibles conflictos. Es un buen recurso para la resolución de conflictos en las etapas educativas de infantil y primaria pero, también, es un ejercicio que puede funcionar a las mil maravillas en el entorno familiar, en las relaciones con hermanos, padres, primos, abuelos…

Se pueden recrear situaciones o escenarios del pasado en los que haya habido algún tipo de conflicto, para poder entender cómo se ha podido sentir la otra persona y posibles soluciones alternativas que puedan enriquecer en esa variedad y riqueza de posibilidades.

Con este tipo de ejercicios se hace un fuerte trabajo en el desarrollo de las capacidades sociales, emocionales y psicológicas.

¿Qué necesitamos?

Nuestros zapatos y los de los demás participantes.

*Para participar en esta actividad, los zapatos deben estar previamente desinfectados, especialmente, la suela.

¡Vamos a ello!

Por turnos, nos ponemos en los zapatos de otra persona que no somos nosotros. Planteamos un escenario concreto que vive el dueño de los mismos. 

Ejemplo:Uno de los hijos se pone los zapatos de mamá. 

La madre plantea: Estoy cocinando, con la sartén a punto de que se me quemen las patatas y mis hijos se pelean. Y pregunta:

-¿Cómo os sentís? ¿Cómo resolverías el conflicto desde la cocina de forma eficaz y con respeto? 

Con esta actividad potenciamos la empatía y aportamos diversas perspectivas a la hora de abordar un conflicto. 

Es interesante que los padres también se “pongan en los zapatos de sus hijos” para cambiar la mirada del adulto al niño.

Recuerda que los zapatos están creados de materiales textiles, plásticos o naturales. Si están bien pero no los usáis o no os valen, los puedes donar, dar otro uso y si se deciden desechar, ha de hacerse en el contenedor específico de ropa y calzado. Serán las empresas especializadas en reciclaje las encargadas de aumentar su ciclo de vida. De esta manera contribuimos a cuidar nuestro planeta. 

ACTIVIDAD 4 – CAJA DE ESPEJOS Y LUZ

Ponerse en el lugar del otro es un trabajo de perspectivas. La perspectiva es también un concepto matemático, y es la capacidad de ver un objeto desde diferentes ángulos.

Trabajar a nivel matemático ayudará a potenciar esa parte de maduración psicológica y emocional. 

Los espejos son un recurso muy utilizado en metodologías de vanguardia como Montessori o Reggio, ya que brinda grandes oportunidades para el autoconocimiento y la exploración de los objetos.

Es un material que se utiliza en toda la etapa de infantil. En las aulas de bebés siempre hay un espejo a la altura del suelo donde los niños y las niñas pueden comenzar a reconocer su propia imagen reflejada hacia el año y medio; un hito para la interiorización de su identidad.

Los espejos y la mesa de luz también se utilizan a nivel exploración de materiales, permiten observar propiedades como los volúmenes, profundidades, vértices, gama de colores o simetrías y esto se expande a otros niveles profundos.

¿Qué necesitamos para construir una caja de espejos?

  • Papel de espejo
  • Pegamento
  • 1 Caja de cartón grande
  • 1 Caja de cartón más pequeña que la anterior, que quepa dentro de la grande
  • Tira de leds
  • Recursos geométricos variados
  • Punzón o tijeras
  • Lámina de metacrilato de la medida de la caja base. Si no tienes, puedes sustituirlo por una lámina de plástico transparente tipo policarbonato e incluso un poliestireno espejo.

¡Vamos con ello!

Lo primero es desinfectar todos los materiales y realizar un buen lavado de manos.

Cogemos la caja de cartón pequeña y pegamos los leds en uno de los laterales de la parte exterior de la caja. Al pegar los leds, es importante que lo hagamos de dentro hacia fuera.

Debemos introducir la caja pequeña dentro de la grande y pegarla para que no se mueva. Además, para que los leds se enciendan, tendremos que hacer un aguero, en un lateral de la caja grande, para poder sacar el cable que permita encender el led. 

Una vez hecho lo anterior, de las 4 pestañas que tiene la caja de cartón grande, dejamos dos levantadas en vertical (sobre las que, posteriormente,  pegaremos los cristales de espejo) y las otras dos las extendemos en horizontal hacia fuera de la caja. 

A continuación, colocamos la lámina de metacrilato sobre las pestañas de la caja que han quedado en horizontal y lo pegamos por todos los ángulos (especialmente aquellos que coinciden con los cristales espejo). 

Una vez que tenemos el tablero fijado, procedemos a pegar los espejos en las pestañas que hemos dejado en vertical. Es importante que las dos pestañas verticales se peguen entre sí para que la estructura sea más consistente. 

Por último, si el metacrilato o tablero utilizados son excesivamente translúcidos (o incluso transparentes), cubrimos la superficie del tablero con papel cebolla, papel cuché blanco, o un material muy fino que permita pasar la luz.

Y ya tendríamos lista la caja de luz y espejo, un juego muy interesante y entretenido en el que aprender y desarrollar capacidades emocionales, matemáticas y psicológicas entre luz y 3 cristales.

Las luces led son la mejor opción para iluminar por su optimización, ya que este tipo de luz no utiliza mercurio o gases y es lo más recomendado para la eficiencia energética. Así reducimos el consumo y contaminamos menos. 

¿Sabíais que las cajas de madera pequeñas, como la de las frutas, se debe reciclar en el contenedor amarillo, pero las grandes deben ir al punto limpio? Con la madera reciclada se puede hacer papel; -) Así contribuimos a cuidar mejor nuestro planeta 😉

 



El baby coach de Bezoya que te acompaña desde el embarazo, parto y postparto, hasta sus primeros pasos.

La etapa egocéntrica

Tiempo de lectura: 3 minutos

La naturaleza es sabia. Los niños nacen con un desarrollo del cerebro y unas capacidades neurológicas y de comunicación que se centran en la pura supervivencia.

Un recién nacido tan sólo tiene el recurso del llanto para asegurar que su madre se encuentre cerca para poder alimentarlo y protegerlo. No tiene capacidad para pensar en nadie que no sea él mismo y tardará años en ir ampliando esa visión.

Hacia los dos años, comienzan a desarrollar el lenguaje, un proceso que les irá abriendo las puertas para comunicarse con los demás y, poco a poco, ir comprendiendo al otro y desarrollando el pensamiento empático. 

Según Piaget, la etapa preoperacional, que comprende de los 2 a los 7 años se caracteriza por la evolución del egocentrismo más extremo, donde los niños no pueden situarse en perspectiva para comprender el mundo, sino que tan sólo tienen su propia relación consigo mismos y con el entorno siendo, para ellos, lo único válido. 

Es la etapa de las rabietas por excelencia, en la que sienten que han ganado cierta autonomía pero que, sin embargo, existen muchísimas limitaciones a la hora de hacer todo lo que sienten que quieren hacer.

En función de la edad, los niños tienden a relacionarse con los demás a diferentes niveles. Por ejemplo, alrededor de los 2 años, a falta de recursos y gestión emocional, pueden expresar el enfado con cierto nivel de agresividad. No son en absoluto conscientes del efecto que tiene esa agresividad en el otro. Es labor de los adultos el ir trabajando en esa perspectiva de empatizar y hacer consciente desde un acompañamiento respetuoso de las consecuencias de sus actos. Pero no lo hacen con una mala intencionalidad, sino como un mero mecanismo de impulsividad sin ser, para nada, conscientes del daño que pueden generar en el otro. No hay maldad, hay inmadurez neurológica. 

Los niños entre los 3 y los 6 años van dando pasos de gigante en este proceso “de ajuste” al mundo de los demás. Trabajar en el pensamiento emocional acorde a la edad y desarrollo madurativo les ayudará a ir adaptándose a esa empatía.

En la etapa de infantil tienen un pensamiento mágico. ¿Qué quiere decir esto? Que sus mentes imaginativas son capaces de dotar de vida a cualquier objeto de su entorno. Y esa capacidad la tienen por su mente fantasiosa en la que no tiene cabida cómo lo vean los demás, excepto ellos mismos. Es una delicia verlos y disfrutarlos en esta etapa, la capacidad de vivir “el aquí y el ahora” en su mundo…Una fase que se irá diluyendo en tanto en cuanto van comprendiendo las verdaderas propiedades de los objetos, los diferentes roles y puntos de vista y van ampliando ese campo de visión más allá de lo mágico.

Existen muchísimas oportunidades de trabajar la perspectiva en el día a día. Ponerse en el lugar del otro, contar cuentos en los que son capaces de integrar al protagonista como si fueran ellos mismos, juegos de roles que van sembrando en su desarrollo nuevas maneras de entenderlo todo. 

Para acompañar a los niños en esta etapa desde el respeto, es fundamental integrar bien que la empatía es un proceso madurativo, que ellos no perciben el mundo como los adultos, pero no porque no quieran, sino porque no pueden. Y ayudarles a transitar estas etapas desde la tolerancia, la paciencia y la armonía les ayudará a integrar esos aprendizajes de una manera mucho más coherente y respetuosa con ellos mismos y, por ende, con los demás. 

No hay que olvidar que los hijos son nuestro espejo y no podemos pretender que nuestros hijos sean respetuosos si nosotros no lo somos con ellos, que no peguen si les pegamos o que no chillen si les chillamos. Criar y educar con consciencia es la llave para que, el día de mañana, se conviertan en adultos sanos a todos los niveles.

A continuación, os dejamos cuatro actividades que ayudarán a tus hijos ponerse en el lugar del otro y superar esta etapa egocéntrica:

 

 



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Actividades: Reconocer las emociones

Tiempo de lectura: 7 minutos

ACTIVIDAD 1: PIRULETAS DE CARITAS

Reconocer las emociones es el primer paso cuando se trabaja en el pensamiento emocional. 

Hacia los 3 años se puede trabajar con ellos en el reconocimiento de emociones básicas como la alegría, el miedo, la tristeza o el enfado. Alrededor de los 5 años ya serán capaces de detectar la ira, la frustración o la envidia.

La actividad de las piruletas pretende que los niños disfruten con la elaboración del material trabajando la coordinación óculo manual y la motricidad fina, mientras que su juego pretende potenciar el conocimiento de las emociones vinculadas a las expresiones faciales.

 

¿Qué materiales necesitamos?
  • Tapones de botellas Bezoya
  • Palitos de madera
  • Pegamento
  • Cuencos (puedes usar las botellas Bezoya y así reutilizar materiales)
  • Material para pintar caritas: Ojitos de plástico, rotuladores, gomaeva…

¡Manos a la obra!

Antes de manipular los materiales nos aseguramos de que estén correctamente desinfectados y hacemos un buen lavado de manos. 

Los niños pintarán en los tapones caritas con expresiones que ellos conozcan. Se puede comentar con ellos qué tipo de expresiones tienen integradas. (Risa, llanto…) y a partir de eso hacer caritas que reflejen esos estados anímicos.

Crearemos varios cuencos cortando las botellas de Bezoya por la mitad y cada uno de ellos corresponderá a una emoción. Recuerda poner un poco de cinta adhesiva para proteger los bordes y tirar al contenedor amarillo las partes sobrantes de las botellas para que puedan ser reutilizadas. De este modo, además, cuidamos nuestro planeta 🙂

Los niños deben depositar, en el cuenco que corresponda, la expresión asociada a esa emoción, con el fin de ir integrando, en su aprendizaje, el reconocimiento de las mismas. 

 

 

 

ACTIVIDAD 2 LA HORA DEL CUENTO

Los cuentos y las historias han sido, a lo largo de los años, una manera perfecta de transmitir ideas, conocimientos, formas de vida y culturas. Potencian la imaginación, enriquecen el lenguaje y ayudan a interiorizar conceptos. Además, los niños aprenden aspectos de la vida cotidiana y de otros mundos, convirtiéndose en un recurso excelente para la transmisión de valores. Solo hay que saber qué lecturas elegir para trabajar cada emoción.

A continuación, os recomendamos varias lecturas, para niños de 3 a 5 años, con las que trabajar las emociones:

 

  • “Luli tiene una mamá canguro”. Ana Villaseca

Es la tierna historia de una niña que nace en una familia de canguros. Con este cuento se normalizan las emociones que sienten los niños en el proceso de separación de sus padres a la hora de incorporarse a la escuela. Valida las emociones de tristeza o miedo y aporta valor a su autonomía y capacidades propias, mientras son acompañados desde el amor y el respeto.

    • “¿Qué necesito cuando me enfado?” Tania García

    Tania García con este cuento propone la validación de las emociones asociadas al enfado y cómo acompañar a los niños, desde el respeto, mientras se fomenta su autoestima.

    • “El monstruo de los colores”. Ana Llenas

    Este cuento trabaja sobre el reconocimiento de las emociones según las sensaciones. Una manera divertida de acompañar a este divertido personaje y descubrir qué le pasa.

    • “Tristeza. Manual de usuario”. Eva Eland.

    Este pequeño manual muestra, de una manera muy sencilla y cercana, la normalización de una de las emociones más duras de gestionar: la tristeza. A través de sus ilustraciones y sencillos textos, trata de transmitir cómo transitar y normalizar este sentimiento.

    • “Tengo un volcán” de Miriam Tirado

    Esta lectura propone validar el enfado y la ira, mientras proporciona herramientas que ayudan a gestionar estas emociones en niños y adultos.

    • “El emocionómetro del inspector Drilo” Susanna Isern

    El Inspector Drilo ayuda a los niños a entender 10 emociones con su original recurso: el emocionómetro. Además, invita a los niños a crear uno propio para hacer girar la rueda de las emociones y comprenderlas mejor.

    • “De mayor quiero ser feliz” y “Hoy voy a tener un buen día” Anna Morató

    Con estos cuentos, Anna Morató fomenta el pensamiento y el lenguaje positivo y profundiza en los valores que cree que son importantes que tengan ahora y en el futuro. Además, pretende transmitir fuerza para que se den cuenta del poder que tienen los niños dentro de ellos mismos.

 

Es importante que inculquemos desde casa el cuidado de estos preciados objetos que tanto les enseñarán y que, una vez los hayan utilizado, pueden regalar o donar a asociaciones, centros de atención a la infancia, hospitales…Y, si por deterioro se han de tirar, hacedlo en el contenedor de reciclado de papel y cartón.

 

ACTIVIDAD 3 MEMORY DE LAS EMOCIONES

Una de las primeras fases para reconocer las emociones propias, y las de los demás, es la detección de las muecas faciales como la sonrisa, fruncir el ceño o las lágrimas. La observación de uno mismo ayuda a conocerse mejor y en este juego propomos precisamente eso, reconocerse y asociar las expresiones a las emociones.

El formato será tipo memory, ese juego mítico de la infancia que consiste en duplicar imágenes, buscando su pareja boca abajo.

¿Qué necesitamos?

  • Un espejo
  • Una cámara de fotos
  • Impresora
  • Botellas Bezoya

Propuesta de juego

¡Recuerda! Antes de utilizar los materiales debemos desinfectarlos y lavarnos bien las manos.

Los niños, y los padres si se animan, se harán distintas fotos que muestren expresiones faciales y corporales. De tristeza, por ejemplo, haciendo un puchero, intentando soltar una lágrima o protagonizando una postura corporal cabizbaja. Una vez fotografiadas las emociones, se revelan o imprimen las imágenes que serán las tarjetas del juego. 

En paralelo, construiremos, aprovechando las botellas, varios cuencos cortando las botellas de Bezoya por la mitad y asignado cada uno de ellos a una emoción. Como siempre, recuerda poner un poco de cinta adhesiva para proteger los bordes y tirar al contenedor amarillo las partes sobrantes de las botellas.

Para empezar el juego, se colocan las diferentes tarjetas boca abajo sobre una superficie. Os recordamos que, en ningún momento, podrán cambiarse de sitio. Por turnos, cada jugador deberá poner boca arriba dos tarjetas al azar. Si las dos tienen la misma expresión / emoción, el jugador las cogerá y podrá, automáticamente, repetir el turno. En caso contrario, si las dos tarjetas tienen diferentes expresiones / emociones, el jugador deberá volver a colocarlas boca abajo en el mismo sitio. 

Cuando se hayan terminado las tarjetas, cada una será depositada en el cuenco correspondiente a su emoción, aprovechando para efectuar el sumatorio de puntos.

Con este divertido juego, se trabaja la memoria a corto plazo, el reconocimiento de las emociones y el conteo, además de la motricidad fina y el establecimiento de normas y turnos. 

Dependiendo de la edad, se puede añadir nivel de complicación y número de emociones:

  • Para 3 años, se trabajan emociones básicas como alegría, tristeza y miedo. 
  • Hacia los 4 años, se pueden incorporar, por ejemplo, ira, sorpresa y vergüenza.
  • Alrededor de los 5 años se puede añadir otras como aburrimiento, sorpresa…

Una manera de aprender a través de la mejor herramienta de la infancia: el juego.

 

ACTIVIDAD 4- LA BOTELLA MÁGICA

Una de las maneras de gestionar las emociones es expresarlas ya que el mero hecho de verbalizar lo que uno siente, ayuda a generar una descongestión. Ese alivio se puede trabajar con los niños con actividades como la que os proponemos a continuación. 

Bienvenidos al juego de “la botella mágica”, una propuesta para niños peor aplicable para los adultos 🙂 La podrán realizar solos si adquieren la dinámica de juego, aunque lo ideal es poder compartirla con alguien.

¿Qué necesitamos?

  • Una botella de Bezoya de 1,5L.
  • Una olla, cuenco, barreño…
  • Colorante alimenticio.
¡Vamos a ello!

Antes de utilizar los materiales debemos desinfectarlos y lavarnos bien las manos.

Se coge una botella de agua y se introducen unas gotas de colorante alimenticio relacionadas con esa emoción. La amarilla: alegría, la azul: tristeza…

Esta actividad se puede realizar a diario, a modo “terapia” familiar, y con ella, ayudaremos a los niños a empatizar, normalizar emociones y salir de la etapa egocéntrica. Se trata de una herramienta muy eficaz, incluso para mejorar el estado de ánimo,  donde valoras todas las cosas buenas cuando se trabaja en emociones “positivas”.

Esa botella de color se debe ir vaciando en un cuenco, en tanto en cuanto, los acontecimientos hayan sido más o menos fuertes para sentir esa emoción. 

 

Por ejemplo. Trabajamos la tristeza: 

 

  • Uno dice: Me ha puesto triste que, hoy, un niño no ha querido jugar conmigo…. Y vacía un poco de la botella.

 

  • Otro participante: A mí, que no me han dejado llevar un peluche al colegio…

 

Y así sucesivamente.

 

La botella se va vaciando a la que se van exteriorizando y detectando en qué momentos han ido generando esa emoción. También se puede trabajar para valorar todo lo bueno del día 😉 En este caso, se hace a la inversa, iremos llenando la botella con agua (del color que queramos) aportando todas las cosas buenas que nos suceden, que son muchas. Esto les llenará de energía y positivismo 😉

Al finalizar de la actividad, recordad desechar la botella de plástico en el contenedor amarillo para aportar vuestro granito de arena al cuidado de nuestro planeta.

 



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Reconocer las emociones

Tiempo de lectura: 3 minutos

Comprender las emociones es uno de los aspectos más complejos para los adultos, así que… ¡Imaginad para los niños!

Cuando un niño ríe o está alegre, nos contagia esa felicidad. Lo mismo sucede cuando se siente triste o enfadado. En ese momento percibimos su malestar y, más aún, cuando uno es responsable de ese niño en cuestión.  

Es importante ser consciente que, todos estos mecanismos de expresión, tienen un trasfondo de supervivencia. Los bebés, por ejemplo, se comunican fundamentalmente a través del llanto cuando sus necesidades no están siendo satisfechas, y, poco a poco, van adquiriendo otras formas de expresarse y comunicarse. Del mismo modo que la tierna sonrisa de un bebé es capaz de embaucar a cualquiera, un llanto prolongado puede llegar a desesperar y poner en modo alerta a una persona.

Las emociones son la pura expresión de los sentimientos. La capacidad de relacionarnos con los demás tiene mucho que ver con conocernos a nosotros mismos, pues no podemos empatizar y ponernos en el lugar del otro, sin saber cómo sentimos.

¿Cómo trabajar las emociones con los niños?

Los adultos podemos arrojar mucha luz a los niños sobre la comprensión de las emociones.  Podemos guiarlos para que vayan entendiendo lo que sienten y cómo lo sienten, pero no lo podemos hacer si nosotros mismos no lo hemos trabajado como adultos. Trabajar en profundidad y con respeto las emociones con niños, requiere madurez y autocrítica. 

El pensamiento emocional es complejo pero, bien trabajado con los niños, puede regalarles los mejores frutos para su desarrollo psicológico en la edad adulta.

 

Lo más importante para trabajar las emociones es:

-Reconocerlas: Cuando un niño siente una emoción, hay que ponerle palabras a la misma para que pueda ir distinguiendo unas de otras. En función de la edad, se pueden ir introduciendo conceptos más complejos.

-Validarlas: Cada una de las emociones tiene un rol en nuestro interior y el paso previo a la gestión es aceptarlas. Es como si dijéramos, darles la bienvenida.

-Gestionarlas: ¿Cómo se gestionan las emociones? Pues es tan sencillo como dejarlas convivir en nuestro interior. No negarlas, sino sentirlas con toda su intensidad. Transitarlas sin más. 

Puede ocurrir que los niños, según la intensidad de esas emociones, requieran de intervención para evitar daños. Es el caso de la frustración, el terror o la ira. Son emociones que pueden llevar a “descontrol” y, como adultos, debemos ser capaces de ayudarles a canalizarlas con el fin de evitar agresiones.

¿Cómo ayudarles en estos casos?

Inicialmente, trataremos de intervenir lo menos posible, dejando que esa emoción transite para que el niño pueda encontrar su estado de equilibrio. En ese momento, hablaremos con él y le proporcionaremos alternativas para gestionar esa emoción desde el diálogo y la comprensión.  

Una alternativa a “pegar a su hermano”, pudiera ser, desfogarse con un cojín. Una almohada que sirva para descargar la ira de ese enfado, por ejemplo. Cuando les cuesta resolver conflictos, también se deben dirigir a los adultos para que podamos intermediar en esa gestión. Es muy común escuchar: “Que se arreglen entre ellos…”. Pero sólo será válido cuando tengan las herramientas adecuadas. Si no son maduros para ello, los adultos deberán intervenir.

El descubrimiento de las emociones y su gestión son procedimientos muy complejos que deben acompañarse desde el autoconocimiento y la formación pero, sobre todo, con respeto y empatía. 

A continuación os dejamos una propuesta de actividades y lecturas que ayudarán a los más pequeños a descubrir y gestionar sus emociones: 

 

 



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